sábado, 2 de mayo de 2009

Si ves que sonrío

Si ves que sonrío
no es por un chiste
no es sarcasmo
no es algo que hiciste

si ves que sonrío
no me rio de tí
no me rio de una mueca
ni es coincidencia hueca
que sonria justo aquí

si ves que sonrío
que se afloja mi mirada
y me detengo de improviso
es porque dejé el piso
y en mi mente puede no haber nada

si ves que sonrío
estaré tal vez pensando en verso
mientras separo mis comisuras
hasta romper la estructura
de aquello en lo que estaba inmerso

qué pienso te preguntarás
si ves que sonrío
pensando tal vez en verso
cuando miro tu rostro terso
y ahí entro en un lío

porque tal vez te extrañes
si ves que sonrio
en este mundo frío
donde faltan razones,
donde faltan sazones

sabrás que no llegas a nada
cunado me preguntas por qué sonrio
como si estuviese en un lío
como si hubiese dejado el piso
como si fuese a responder con brío
la razón por la que rio

tu paciencia tiene límite
cunado no digo porque sonrío
tal vez porque quiera jugar
o porque esté bromeando contigo
o sea por simple azar

si ves que sonrío
no me estoy riendo
estoy viendo tu rostro
hasta que noto que me estoy perdiendo

y dejo de juguetear con tu paciencia
y de darme rodeos
cuando tu cara yo veo
porque no hay menos ciencia
en saber que sonrío
porque no necesito una licencia

para darme el lujo de sonreir
el secreto está en verte
y en once estrofas no decirte
que si ves que sonrío
me obligo a romper el último verso
para decirte que es porque estoy feliz.

lunes, 23 de febrero de 2009

jondo

Rápido, pero no furioso... Una mezcla de experiencias, olores y sonidos...
Creo que si la segunda mitad de Febrero tuviese un soundtrack, José mercé y su veleta sería definitivamente el tema principal...
Acaso, tal vez, no lo sé, esté teniendo una tregua como Martín Santomé. Ojalá que no. Sentía que algo se había opacado, que habían cables que no hacían contacto. Una semana que prometía no traer ninguna variación del status quo estival, ese divagar por la vida en un inocente hedonismo minimalista (del cual me adjudico) me llevó a un balcón de un piso trece en el que, entre comentarios sobre acrofobias e ignoracia de las letras regetoneras llegué a un par de ojos que se salian de sus cuencas para mirar alrededor. Y aparentemente la gente que busca (no sé qué en realidad) me encuentra a mí.
La cosa fue dando signos de cambios a los que por un momento preferí considerar como algo normal, pero cuando una tarde sabatina pasó de ser un encuentro con una cara amiga fresca a un verdadero viaje, donde un viento extraño me hizo divagar del centro a la playa, de la playa a casablanca, de casablanca a reñaca, de reñaca a mi casa donde el sueño terminó con una jornada que consistió básicamente en mover mi piso violentamente, noté que aquí había una cierta excepción.
La mañana siguiente comenzó con la reminiscencia. De imágenes, canciones, colores, sueños y movimientos. Creí que esa mañana iba a comenzar con una sensación amarga de una movida inesperada, pero no. Fue un despertar eléctrico, vigoroso. Mi día lo pasé recordando imágenes sueltas que no conecté hasta que encontré la instancia para seleccionarlas una por una y en orden, momento que se dio ya bien entrada la tarde, con la ayuda que ofrece tener a alguien escuchando. Toda la incertidumbre me tenía algo inquieto, ansioso (aunque por ser justos a la verdad, siempre vivo con un poquito de ansiedad).
Esa vorágine dio paso a mis últimas dos semanas de vacaciones. Vacaciones que había ya considerado terminadas, vacaciones por las que no sentía pena despedir si la hora llegaba. Esas dos semanas que comenzaron con la sensación de estar siendo vigiliado por Cronos desde una esquina, que poco a poco se convirtieron en la redención de un verano maquinal, en dias en los que realmente me daba lo mismo ese famoso "fluir inexorable" del tiempo.
Creo que tengo más cosas que podría decir. Varias. Podría hablar sobre mi ignorancia completa del futuro. Y con futuro no hablo de meses ni años. Hablo de días, ni siquiera de semanas. Lo único que sé es que estoy a la deriva, disfrutando las corrientes que me llevan desde que sentí ese empujón súbito (agradable, pero súbito al fin y al cabo) que hizo que el tiempo corriera en Fast Forward condensando en dos semanas algo que parece haber consistido de un mes o más tiempo. Pero creo que me extendí más de lo necesario acá.
Ahora tengo que seguir viviendo(ahora que volví a vivir a "jondo").

martes, 10 de febrero de 2009

Just like Tolkien

Avenida españa. Sentado en un paradero miro la Luna llena en ese momento que la puedes ver un poquito más acompañada que cuando estaba allá alto en el cielo y noto un ligero tono verde en el cielo. Pasé un momento pregutntábndome si eran los contrastes o algo más... Puse mis manos para no ver los árboles teñidos de los faroles de la calle y aparentemente, sí... había un ligero tono verde.
Llevábamos unas cuantas horas ya encima de caminar por calles desiertas, interrumpidas de vez en cuando por algún automovilista nocturno... uno que otro bocinazo que recibimos por caminar entre medio de las dos vías. Las mismas micros brillaban por su ausencia.
Ya dando la curva de la que nunca supe el nombre pero que está entre medio del paradero para ir a la Adolfo Ibañez y la escuela Industrial (en España todos los paraderos para mí los reconozco por algún edificio-escuela que tenga cerca) como que comencé a notar ese cambio de color en el cielo. Ese negro azulado característico de una noche de Luna llena se teñía gradualmente con tonos añiles y ya llegando a todo el macizo de edificios que me tapaba el Este tenía un color azul más definido.
Íbamos llegando ya a Viña. El mar se azulaba con el cielo y daba un contraste fuete con los faroles. Las calles anaranjadas todavía seguían nítidamente iluminadas y los edificios allá arriba todavía permanecían negros en su opcacidad de cemento. Era como estar en tres momentos diferentes del día al mismo tiempo. pero no, ya los relojes comenzaban a marcar las siete y los autos comenzaban a ocupar las calles. La locomoción colectiva empezaba a hacer presencia (y ruido, bastante) dándote momentos para darte cuenta de que el lugar en el que estás es real, y no un punto perdido entre tres puntos del día, como llegué a imaginar.
Lo extraño es que me produjo una mezcla de sensaciones al estar ahí, ni en Viña ni en Valparaíso, ni de día ni de noche, como una especie de nostalgia. Como que estaba encantado por el amanecer, pero no quería realmente ver salir al Sol.